Rosario siempre estuvo cerca, por Ana María Battistozzi
Rosario siempre estuvo cerca
Una muestra de artistas rosarinos, cuyas edades oscilan entre los 40 y 60, trae a la escena local la problemática de una generación que se sintió postergada por circunstancias históricas y estéticas.
Por: Ana María Battistozzi
Revista Ñ - Sábado 14 de Febrero de 2009
Con un título enigmático – Intermedios –, cuyo sentido apenas llega a develar el texto de la presentación de sala, el espacio de arte de la Fundación OSDE trae este verano a Buenos Aires una interesante articulación de obras de diez artistas de Rosario que no pertenecen al grupo más conocido que suele frecuentar los circuitos de esta ciudad y como tal, ha resultado una sorpresa para muchos.
Concebida por el artista, curador y gestor cultural rosarino Hugo Masoero para y desde Rosario, donde se presentó el año pasado en el espacio que allí tiene la misma institución, en principio se planteó como una reflexión sobre el acontecer de la dinámica local y los recodos de sus consagraciones estéticas. Aquí incorpora además una serie de obras de la colección institucional. La novedad sustrae al conjunto de los menesteres de una comidilla local para plantarlo en la dinámica más amplia de la experiencia estética desde el desafío que le impone la presencia de otras obras, oportunamente consagradas por la elección de prestigiosos jurados.
De tal manera los trabajos de los rosarinos –nacidos o por adopción– Daniel Oberti, Viviana Andrada, María Angélica Carter Morales, Mabel Temporelli, Víctor Gómez, Marita Guimpel, María Elena Lucero, Delia López Zamora, Diana Randazzo y Pancho Vignolo se enfrentan aquí con otros, entre ellos, los de Gabriel Valansi, Silvana Lacarra, Ramón Teves, Nicolás Martella. El diálogo no podía ser más fructífero para el conjunto. Aunque no funciona en todos los casos con igual intensidad, hay que reconocer que en este punto el trabajo del curador ha sido preciso y enriquecedor. Otro crédito para sumarle es el diseño de montaje que también le pertenece, detalle que se suele pasar por alto, pero puede echar a perder o jerarquizar una exposición.
Pero Intermedios, en palabras de Masoero, alude a dos cuestiones fundamentales: por un lado al modo de trabajo de los artistas convocados en tanto "el espacio en el cual produce cada uno" y también a una generación (intermedia) que el curador considera doblemente silenciada; "por actuar en un momento histórico en el que expresarse podía significar la muerte o el exilio" y luego por "determinadas políticas culturales oficiales que fijaron su objetivo en la juventud, lo emergente, el éxito espontáneo, el individualismo y la ausencia de contenidos".
Se trata de diez artistas cuyas edades, comprendidas entre los 40 y los 60, permiten ciertas conclusiones derivadas de la historia individual y colectiva de nuestro país que obligó a postergar sueños y realizaciones. Dato significativo de esta marca temporal son, por caso, los "bucchi" (agujeros) en la obra de Mabel Temporelli que promueven cruces de sentido entre un típico pasatiempo asociado a la militancia política de los 70 –quemar con cigarrillos las servilletas de papel en la mesa de un café mientras se esperaba que los compañeros dieran el presente con un guiño desde la distancia–, ciertos diseños infantiles que aluden a quemar etapas de la vida, el crecimiento de los hijos, etcétera y la propia historia del arte local en la referencia a un rosarino insigne: Lucio Fontana. "Todo pareciera confluir a un tiempo en la serie de imágenes que presenta la artista, banales en apariencia, pero marcadas a fuego por aquellas "citas" que permanecen imborrables en la memoria de su generación.
El caso de Víctor Gómez, cuya instalación, un espejo de agua con un pájaro muerto, flotando en la superficie, tiene un lugar central en la exhibición es, en cambio, el de un líbero al que difícilmente uno podría imaginar en un sitio fijo. "Mi atelier es la ruta", dice este artista cuyo trabajo se define en permanente deambular por la geografía argentina. Su "road art" es, básicamente, un arte de restos que funciona como una sucesión de intervenciones en el paisaje con marcas, piedras, ramas, huesos, maderas y viejas piezas de hierro oxidado. Solitaria y expansiva, su práctica pareciera tener sentido sólo en esas condiciones. Sin embargo, en este caso el desplazamiento de su experiencia de aire libre al espacio de exhibición se ha llevado a cabo con una carga dramática, justa y sin excesos.
Rosario es la ciudad argentina que ha funcionado más claramente en pie de igualdad con Buenos Aires en términos de producción artística. Buena parte de los más apreciados artistas argentinos son oriundos de esa ciudad desde Berni, Nicola Costantino y Fabián Marcaccio al joven Adrián Villar Rojas. Destacarse en ese ámbito es tan difícil como en Buenos Aires y depende seguramente de las condiciones de visibilidad.
En ese sentido, el espacio OSDE parece haber funcionado como plataforma para este grupo tanto desde las posibilidades de producción de los trabajos todos del 2008, como desde su puesta en escena. Se hizo posible un impecable diálogo con la arquitectura en las instalaciones Post Liquid Black de Delia López Zamora, Por el hilo, el ovillo de Viviana Andrada y Medianoche en el Jardín del Bien, de Daniel Oberti. Más centradas sobre sí mismas funcionan las obras de Diana Randazzo, María Elena Lucero, María Angélica Carter Morales, Pancho Vignolo y Marita Guimpel con sus evocadoras Gallinitas de azúcar, otro dato de referencia generacional.
Ficha
Intermedios.
10 artistas rosarinos en diálogo.
LUGAR : FUNDACION OSDE, ESPACIO DE ARTE
SUIPACHA 658, 1° PISO, BUENOS AIRES. FECHA
HASTA EL 7 DE MARZO
HORARIO: LUNES A SABADO DE 12 A 20
ENTRADA: GRATIS
Una muestra de artistas rosarinos, cuyas edades oscilan entre los 40 y 60, trae a la escena local la problemática de una generación que se sintió postergada por circunstancias históricas y estéticas.
Por: Ana María Battistozzi
Revista Ñ - Sábado 14 de Febrero de 2009
Con un título enigmático – Intermedios –, cuyo sentido apenas llega a develar el texto de la presentación de sala, el espacio de arte de la Fundación OSDE trae este verano a Buenos Aires una interesante articulación de obras de diez artistas de Rosario que no pertenecen al grupo más conocido que suele frecuentar los circuitos de esta ciudad y como tal, ha resultado una sorpresa para muchos.
Concebida por el artista, curador y gestor cultural rosarino Hugo Masoero para y desde Rosario, donde se presentó el año pasado en el espacio que allí tiene la misma institución, en principio se planteó como una reflexión sobre el acontecer de la dinámica local y los recodos de sus consagraciones estéticas. Aquí incorpora además una serie de obras de la colección institucional. La novedad sustrae al conjunto de los menesteres de una comidilla local para plantarlo en la dinámica más amplia de la experiencia estética desde el desafío que le impone la presencia de otras obras, oportunamente consagradas por la elección de prestigiosos jurados.
De tal manera los trabajos de los rosarinos –nacidos o por adopción– Daniel Oberti, Viviana Andrada, María Angélica Carter Morales, Mabel Temporelli, Víctor Gómez, Marita Guimpel, María Elena Lucero, Delia López Zamora, Diana Randazzo y Pancho Vignolo se enfrentan aquí con otros, entre ellos, los de Gabriel Valansi, Silvana Lacarra, Ramón Teves, Nicolás Martella. El diálogo no podía ser más fructífero para el conjunto. Aunque no funciona en todos los casos con igual intensidad, hay que reconocer que en este punto el trabajo del curador ha sido preciso y enriquecedor. Otro crédito para sumarle es el diseño de montaje que también le pertenece, detalle que se suele pasar por alto, pero puede echar a perder o jerarquizar una exposición.
Pero Intermedios, en palabras de Masoero, alude a dos cuestiones fundamentales: por un lado al modo de trabajo de los artistas convocados en tanto "el espacio en el cual produce cada uno" y también a una generación (intermedia) que el curador considera doblemente silenciada; "por actuar en un momento histórico en el que expresarse podía significar la muerte o el exilio" y luego por "determinadas políticas culturales oficiales que fijaron su objetivo en la juventud, lo emergente, el éxito espontáneo, el individualismo y la ausencia de contenidos".
Se trata de diez artistas cuyas edades, comprendidas entre los 40 y los 60, permiten ciertas conclusiones derivadas de la historia individual y colectiva de nuestro país que obligó a postergar sueños y realizaciones. Dato significativo de esta marca temporal son, por caso, los "bucchi" (agujeros) en la obra de Mabel Temporelli que promueven cruces de sentido entre un típico pasatiempo asociado a la militancia política de los 70 –quemar con cigarrillos las servilletas de papel en la mesa de un café mientras se esperaba que los compañeros dieran el presente con un guiño desde la distancia–, ciertos diseños infantiles que aluden a quemar etapas de la vida, el crecimiento de los hijos, etcétera y la propia historia del arte local en la referencia a un rosarino insigne: Lucio Fontana. "Todo pareciera confluir a un tiempo en la serie de imágenes que presenta la artista, banales en apariencia, pero marcadas a fuego por aquellas "citas" que permanecen imborrables en la memoria de su generación.
El caso de Víctor Gómez, cuya instalación, un espejo de agua con un pájaro muerto, flotando en la superficie, tiene un lugar central en la exhibición es, en cambio, el de un líbero al que difícilmente uno podría imaginar en un sitio fijo. "Mi atelier es la ruta", dice este artista cuyo trabajo se define en permanente deambular por la geografía argentina. Su "road art" es, básicamente, un arte de restos que funciona como una sucesión de intervenciones en el paisaje con marcas, piedras, ramas, huesos, maderas y viejas piezas de hierro oxidado. Solitaria y expansiva, su práctica pareciera tener sentido sólo en esas condiciones. Sin embargo, en este caso el desplazamiento de su experiencia de aire libre al espacio de exhibición se ha llevado a cabo con una carga dramática, justa y sin excesos.
Rosario es la ciudad argentina que ha funcionado más claramente en pie de igualdad con Buenos Aires en términos de producción artística. Buena parte de los más apreciados artistas argentinos son oriundos de esa ciudad desde Berni, Nicola Costantino y Fabián Marcaccio al joven Adrián Villar Rojas. Destacarse en ese ámbito es tan difícil como en Buenos Aires y depende seguramente de las condiciones de visibilidad.
En ese sentido, el espacio OSDE parece haber funcionado como plataforma para este grupo tanto desde las posibilidades de producción de los trabajos todos del 2008, como desde su puesta en escena. Se hizo posible un impecable diálogo con la arquitectura en las instalaciones Post Liquid Black de Delia López Zamora, Por el hilo, el ovillo de Viviana Andrada y Medianoche en el Jardín del Bien, de Daniel Oberti. Más centradas sobre sí mismas funcionan las obras de Diana Randazzo, María Elena Lucero, María Angélica Carter Morales, Pancho Vignolo y Marita Guimpel con sus evocadoras Gallinitas de azúcar, otro dato de referencia generacional.
Ficha
Intermedios.
10 artistas rosarinos en diálogo.
LUGAR : FUNDACION OSDE, ESPACIO DE ARTE
SUIPACHA 658, 1° PISO, BUENOS AIRES. FECHA
HASTA EL 7 DE MARZO
HORARIO: LUNES A SABADO DE 12 A 20
ENTRADA: GRATIS