viernes, abril 03, 2009

Una belleza ingenua y extraña, por Judith Savloff

Diario Critica
Culturas
Edición Impresa
Tratado de animales ocultos
Elsi del Rio
Arevalo 1748



Una belleza ingenua y extraña

Judith Savloff
03.04.2009

Una es redonda como un pez globo inflado, tiene patas de paquidermo y púas de puercoespín. Otra tiene cabeza de caballo y cuerpo de lagarto fragmentado. Y hasta hay alguna esfera de puntas filosas que parece ser más bien una planta subacuática. Estas cerámicas blancas integran el Tratado de animales ocultos de Celina Saubidet (1971), la primera serie en la que la artista no trabaja con figuras humanas. Y la primera también en que sus personajes adquieren literalmente ojos, una mirada. Hasta ahora, Saubidet centró su trabajo en cuerpos de masilla y resina. Fueron personitas lánguidas, rugosas, desoladas y, aunque interpretaron posiciones del Kamasutra o se pintaron las uñas, operaron como metáforas sobre la fragilidad humana. O fueron corazones. O huesos, que le sirvieron para crear desde una inmensa columna vertebral hasta joyas.Saubidet explica que tener una hija le cambió “el punto de vista”. Que esa “revolución hormonal y existencial” le generó “monstruos” que se propuso exorcizar. “Ponerlos –dice– de su lado”.

Sus nuevos objetos tienen una belleza ingenua y extraña. Y no se exhiben en vitrinas sino sobre cajoneras. No necesitan un pedestal porque lo que se proponen es instalar la fantasía en la cotidianidad. Hacer que te agaches, descubras sus escamas, las bocas huecas, y desafíes su mirada. Que te sirvas de sus los ojos, espejos negros y profundos, para buscar.

La estructura, la luz y los espacios para que fluya el aire siguen siendo centrales, como en su obra previa. Además, sigue combinando lo macro y lo micro. Entre el modelado y horneado, la artista jugaba con un libro sobre animales con troquelados. Fotografió los engendros resultantes, los pintó y los ambientó. “Chancho rosa neuronal”, por ejemplo, habita sobre un entramado de tinta negra que evoca conexiones nerviosas. También hay que acercarse. Sólo así revelará su delicada alita transparente en relieve. Y sólo así será posible ver la textura acuática que puede crear la superposición de papeles azules, sentir que ese “pezronte” está nadando, no “oculto” sino ante la vista atenta, dentro de la lámina.