martes, marzo 20, 2007

Opening de Subterránea, Marga Steinwasser. Por Elsi del Rio

















Era jueves, y yo no salgo los jueves. Igualmente quise tomar un avión para estar junto a Marga en su opening, pero no había radar en Buenos Aires que nos pudiera acompañar en el aterrizaje. Le dije a mi chofer: “vamos por los puentes” y me dijo: “imposible señora... solo hay piquetes y caminos cortados”. Intenté llegar en el Buquebús pero ya era tarde, el último iniciaba el cruce del charco en ese mismo instante. Solo me quedó telefonearla, apenada. ¿54 11 4899 0171? ¿La señora Steinwasser por favor? Si, gracias. Habla Elsi, Elsi del Rio, desde Pocitos.

Me contó que se trataba de raíces, de llegar al fondo del asunto. Que había hecho un profundo trabajo de investigación y de observación. Que su esencia era observar lo que sucedía a su alrededor, pero que le gustaba ir más allá, allí donde las personas no suelen llegar. Que su taller se había transformado en un herbario y que las raíces lo habían ocupado todo. Cortas, como las de la Siliensis Sipsis y largas, como las de la Cynthium Deleviums. Abigarradas como en la Apretujium Lillium, o flacas, muy flacas, tal vez invisibles. Pero todas subterráneas.

Se escuchaban ruidos, algunos flashes, y risas. Le pregunté por la puesta y me dijo que los dibujos con los que había registrado el devenir de la raíz, habían sido estratégicamente ubicados, en tamaños pequeños y marcos blancos, a la izquierda de la entrada y en tamaños grandes, detrás de la barra de tragos. ¿Qué tragos?, pregunté. Los Martinis, me dijo, algunos tan pálidos que inspiran misterio, y otros rojos, de un rojo furioso, que vuelve más eléctricos a mis verdes. Y ¿qué más?, le pregunté, furiosa de no haber podido estar allí y maldiciendo mis raíces latinoamericanas que me habían dejado varada – una vez más - en la otra orilla. Me habló de los muchos que habían entrado a contemplar, lupa mediante, la instalación del herbario en la pared principal. Abigarrada de pequeños, humildes y dignos potes plásticos, con la cantidad justa de agua como para dudar si se trataba de la mitad llena o la mitad vacía y albergar una variopinta familia de raíces. Sostenidos sobre blancos bancos blancos, dispuestos a esperar y algunos dibujos sin marco (¿sin raíz?). Muchas raíces se mostraban obscenas, sin pudor, mostrando lo que nadie nunca ve. Y sus lados visibles, las hojas, pegadas en la pared, como en la vieja hoja de un cuaderno de investigaciones. Me dijo que solo era cuestión de esperar que el tiempo pase y las raíces se multipliquen en más y más plantas, en más y más historias, en más y más vidas. “Y tampoco falta el libro de botánica en Alemán, con el que estudiábamos mi hermano y yo en el Pestalozzi” dijo, casi académica.

La escuché saludar a Juan Miguel Dothas (raíces en París y Buenos Aires), quien a su vez saludaba a la hija de Marga (eximia dibujante), sin saber que ambas habían estado unidas por una raíz umbilical. La escuché saludar a Carola Rousso (raíces-polaroid) y a Genoveva Fernández (raíz-femenina, al óleo), contando sus pareceres sobre Bogotá. Y a Darío Daiola (raíz-misterio), junto a Elisinha del Corral, quien no se decidía si echar raíces en Buenos Aires o en Londres (“viajo todo el tiempo a Londres” le susurró por lo bajo). A Marcos Zimmerman, hablando de su próximo libro, enraizado en la desnudez de quien no teme mostrar lo que no tiene. Y a amigos-raíces, de esos que te traen a tierra cuando uno solo quiere volar, o te dejan volar, cuando la tierra ya no tiene agua. Se escuchaban conversaciones en Alemán y en Francés, risas y a Marga dispuesta a contar el cuento de la creación, aquel que no tiene explicación y que debe luchar con las raíces-muro, las que no permiten que se filtre la locura.

Me quedé pensando si el no haber podido viajar era producto del azar, o de una vieja raíz que nos ata a la improvisación. “Te dejo” me dijo Marga, “llegó Ars Ómnibus, y tengo que hacer algunas fotos”. Mejor así, pensé. Solo es cuestión de esperar que el tiempo pase y las raíces se multipliquen en más y más plantas, en más y más historias, en más y más vidas.Finalizó el telefonema, y pensé que Marga había podido acercarse, una vez más, al arte desde lo contemporáneo y al mismo tiempo desde lo humano. Quizás esa sea su raíz.
Elsi del Rio
Desde Pocitos, Montevideo