viernes, julio 04, 2008

Trash Bonds / Trash Art, por Marina Pellegrini

Años atrás, ciertas personas sentían la necesidad de convivir con obras de arte elegidas con pasión a lo largo de su vida. Los artistas intercambiaban opiniones sobre estética, historia o política y aspiraban a poder realizar sus obras y vivir dedicados al arte. Las cosas han cambiado en estos tiempos que corren, y muchos Artistas Siglo XXI venden sus obras en millones de dólares, tanto la política como la historia de la estética no son su prioridad y muchas colecciones se arman para ser revendidas oportunamente (cuanto más rápido el turn over, mejor).

Resulta entonces desalentador leer crónicas que hablan sobre el “boom del mercado del arte”, “el nuevo coleccionismo” o “la hora de los inversores”. Veamos: si un buen inversor debe actuar sin apasionamiento, sin riesgos, sin decisiones impulsivas y sin permitirse debilidades, ¿por qué debemos considerar un boom el hecho de que éstos tengan hoy al mercado del arte en la mira?
Atención amigos de la tribu del arte: no es una actitud inteligente restarle importancia a cuáles son las motivaciones de la gente que compra arte, pues si el foco de atención está puesto exclusivamente en la suba de los precios, lo que baja es la creatividad.

El rol de los museos, de los críticos de arte, los galeristas e inclusive de los coleccionistas, es educar al publico y colaborar en el desarrollo de los artistas, cuyo rol dentro de la sociedad es fundamental. El arte es un refugio, una actividad humana que permite comunicar valores culturales por medios estéticos, y no debe ser abordado con criterio puramente mercantilista.

En los últimos tiempos, los analistas nos indujeron a comprar arte de la India, luego había que correr a comprar artistas cubanos “para cuando se abra el mercado”, quien no compró arte chino a tiempo es considerado el menos iluminado de los inversores (a tiempo significa antes de la suba de los precios en los remates – secreto a voces que dio para que hace algunos meses, un francés comprara por teléfono cuarenta obras de artistas chinos!).

En el arte latinoamericano, “la tendencia” actual es la geometría y el arte cinético. Esta tendencia, que ya pregonan muchos de manera casi mesiánica, se está imponiendo y cuenta con el guiño de algunos medios de comunicación formadores de opinión.

Si bien es indiscutible que en determinado momento hubo una línea hacia la geometría – sobre todo en Venezuela, donde surgieron grandes maestros como Cruz Diez, Soto y Gego entre otros, parecería ser ahora que cada artista que pintó un cuadrado debe ser considerado prócer. La realidad es que hubo artistas buenos, mediocres y malos. como en todas las tendencias, durante todas las épocas en todos los países del mundo. Hace 5 años, nadie – pero nadie – pagaba demasiados dólares por una obra de algunos de los hoy cotizados artistas geométricos, los cuales han sido reflotados repentinamente. A algunos no los habíamos ni escuchado nombrar, de tan intrascendentes que fueron en su momento.

Algo similar está sucediendo con el tan promocionado arte contemporáneo: no todo lo que se ve es bueno, si bien muchos son indiscutiblemente geniales. Pero es atinado tener claro que detrás de cada artista joven no necesariamente se esconde un nuevo Kuitca...

Sin negar el talento de muchos de los artistas cuyos precios están hoy merecidamente en alza, todo el escenario lleva a la evidente conclusión de que probablemente los precios de los chinos, de los indios, de los cubanos, de los geométricos y de los contemporáneos se hayan inflado, generando una máquina cazabobos que solo logra alentar a incautos y especuladores. El mercado del arte no se retroalimenta de esta manera. Muy por el contrario, confunde y desorienta a quienes se están iniciando en el coleccionismo y enriquece sólo a unos pocos, que ayer tal vez fueron brokers, luego plantaron soja, y hoy cuando este rubro aparece complicado se han decidido a comprar cuadros... algo que, de paso, también da lustre. Mañana vaya uno a saber qué harán.

Mientras tanto, y como a los inversores del boom les encanta pertenecer, no pierden oportunidad de emitir sus opiniones y conceptos ante cuanto micrófono, revista, periódico o publicación especializada esté dispuesta a legitimarlos con la palabra mágica: coleccionistas. Casi un título nobiliario.

El tiempo dirá qué artistas se sostienen como tales. No serán los inversores quienes estarán en condiciones de evaluar eso; por otra parte, para entonces, seguramente ellos se habrán desprendido a tiempo de sus Trash Bonds/Trash Art y estarán ocupados con emprendimientos en otros rubros.

Marina Pellegrini (Galería VASARI)
Junio 2008