viernes, abril 21, 2006

Oportunidades de Tránsito, por José Luis Anzizar

Corría 1968 cuando subí por primera vez a un avión. Era un AVRO 748 de Aerolíneas Argentinas, rumbo a Montevideo.
El avión estaba tan viejo y apolillado como el país, pero yo sentía que viajaba a la luna en un último modelo de la NASA.

Treinta y ocho años han pasado desde entonces, y la bitácora en la que registro todos y cada uno de mis vuelos - desde el primero realizado - suma más de 625.

Vuelos de descanso, de trabajo, de investigación. En aviones nuevos y viejos, en cualquiera de las tres clases, con buenas y malas comidas, con mejores y peores aeropuertos, solo o acompañado, con y sin demora. Testigos de infinitos estados de ánimo e innumerables tránsitos.

La distancia que separa al acto de nacer del acto de morir no debería medirse en cantidad de años, sino en cantidad de tránsitos. Un tránsito es un cambio de piel, una lección aprendida o un hito alcanzado. Me gusta transitar aprendiendo de los errores, ganándome cada arruga, oxigenándome, reinventándome, cayéndome y parándome. Durar y transitar son dos elecciones válidas. Yo prefiero transitar.

Tan rápido como en un largo vuelo de New York a Buenos Aires pasan los años, y minuto a minuto aparecen disfrazadas, agazapadas o simplemente desnudas las oportunidades de tránsito (ODT). Las hay en secuencias infinitas, de colores y sabores inimaginables. Cada uno podrá y querrá dialogar con ellas o no. A veces ni siquiera existe la posibilidad de diálogo, pues a poco que razonemos, veremos que la ODT nos ha desviado del rumbo planeado. El desafío consistirá entonces en mirarla de frente, entender que el embarque es inmediato, y una vez a bordo estar dispuestos a continuar transitando por la vida.

Embarque inmediato es un pequeño homenaje auto referencial al avión, artefacto que me ha acompañado en infinitos tránsitos, durante muchos años.

José Luis Anzizar
Buenos Aires, febrero 2006