lunes, julio 21, 2008

Una tierna audacia, por Daniel Molina

Arte Muestras
Tres muestras reflexionan sobre lo íntimo, lo doméstico y lo familiar, con estéticas diversas y sin apelar a la serena intimidad que el lugar común asigna al hogar
Sábado 19 de julio de 2008 Publicado en la Edición impresa
© LA NACION

En uno de sus ensayos sobre literatura inglesa, G. K. Chesterton analiza la obra y la vida de Emily Brontë. Con la ironía que lo caracteriza, afirma que la autora de Cumbres borrascosas "era tan cálida y doméstica como una casa en llamas". Esa imagen -a la vez risueña y profundamente crítica- logra escapar del estereotipo gracias a su construcción paradójica, ya que una persona "tan doméstica y cálida como una casa en llamas" está más cerca de la locura que de la serena intimidad que el lugar común asigna al hogar. Esa misma audacia tierna es la fuerza que recorre tres muestras (formal y estéticamente muy diversas) que hablan sobre lo íntimo, lo casero, lo familiar. Se trata de Cruz imaginal , de Catalina León; Trapo , de Marga Steinwasser, y Muy doméstica , de Marino Balbuena, Alejandra Mizrahi, Ramón Teves y Paula Toto Blake.

La instalación de Catalina León (premio arteBA-Petrobras 2007) reúne dos obras muy diferentes: un cuadro pintado sobre una cortina de enrollar (en la que se ve la cabeza de un hombre atravesada, a la altura del cuello, por una rama) y un enorme nido de hornero, en proceso de construcción. Sobre una de las paredes hay una serie de frases que narran la historia del hombre herido. De lejos, esas palabras forman un camino de hormigas que van del cuadro al nido. Mientras el retrato parece haber congelado la imagen justo antes de la muerte del hombre, el nido está vivo. En las húmedas paredes van germinando gramíneas y hacen su aparición los hongos. El nido está vivo, pero también inmóvil, porque es imposible transportarlo.

Este nido se puede recorrer, tanto en un sentido físico (se puede entrar en él) como en sentido estético, al ponerlo en relación con los hornos de pan que levantó Víctor Grippo o con una obra de Marta Minujin ( Comunicando con Tierra ) que incluía también un nido de hornero gigante. En su pampeana sobriedad radica su fuerza: símbolo a la vez que objeto, el nido que construye León es un disparador de imágenes poéticas. Entre el retrato y el nido queda un hueco: es el espacio que cobija el azoramiento del espectador, tironeado por el dolor mortal que refleja el retrato y la promesa ambigua de un hogar en proceso.

Los trapos que Marga Steinwasser viene cosiendo han tomado ya la forma de una larga bufanda. Es una estela de la memoria. Ha sido colocada sobre la pared y el piso de un simulado saloncito de clase media. Todo en esta obra -el "trapo" y su instalación- remite a lo familiar, lo personal, lo interno. Visto así, tan en público, da ternura. Y pudor. Es una especie de diario íntimo abierto de par en par. A la obra la acompaña un escrito en el que la artista testimonia sobre cada trozo que compone la obra: "Mi saco negro que usé durante 12 años, el delantal con el que cocinaba mi mamá, el jean con el que crucé la cordillera de los Andes, una corbata que era de mi papá ".

Trapo es la historia nebulosa del recuerdo familiar. Construida con retazos y desechos, esta obra semeja un memorial de entrecasa. Sin embargo, más que apelar a la memoria, la obra de Steinwasser trabaja con los afectos.

¿Se puede volver presente lo que ya pasó? Bien sabemos que no es posible. La memoria es una utopía que está en el pasado. La memoria es la tarea imposible de hacer presente lo que se fue para siempre. Por eso, recordar lo que quisimos y a los que nos quisieron tiene tal intensidad: nos dice poco y nada sobre lo que pasó, pero mucho de lo que nos pasa ahora. Esta obra materializa ese instante vertiginoso en el que creemos -como en un sueño feliz- recuperar lo perdido.

Muy doméstica es una muestra colectiva que presenta (a través de fotografías y objetos) cuatro miradas sobre la relación entre intimidad, violencia y vida cotidiana. Ramón Teves presenta situaciones de la vida familiar que son jugadas como ficcionales: jóvenes en uniforme, empapelados de motivos estridentes, mascotas, y añoranza de un tiempo fuera de la trama pautada del trabajo y el ocio. Las fotos de Marino Balbuena muestran que la vida interior de una familia se puede leer en el costado más público de lo doméstico: las fachadas. Las poses que recupera Alejandra Mizrahi tienen la impronta de la subjetividad familiar; interioridad devenida estereotipo y construida por los medios de comunicación. Con sus sillas en llamas (y sus muebles en proceso de destrucción), las imágenes de Paula Toto Blake resuenan con la provocativa cita de Chesterton: "Tan cálida y doméstica como una casa en llamas".

Siempre hay una esperanza: la búsqueda del placer puede hacer que toda vida estereotipada, toda subjetividad producida en serie, toda intimidad conformada según las reglas del consumo masivo estalle en pedazos. En ese instante en el que dolor y deseo se confunden, lo doméstico puede aventurarse a lo desconocido. FICHA. Cruz imaginal, de Catalina León, en Daniel Abate (Pasaje Bollini 2170) y Trapo, de Marga Steinwasser, en Elsi del Río (Arevalo 1748), hasta el martes 22. Muy doméstica, de varios artistas, en Arte x Arte (Lavalleja 1062), hasta el 31 de julio.
Por daniel molina
Para LA NACION
Buenos Aires, 2008