Un auténtico banquete visual. Por Daniel Molina
Sofia Donovan en ELSI DEL RIO
La 16° edición de la Feria de Arte Contemporáneo no solo es la más grande de su historia; marca un punto de inflexión en su formato y profesionalismo en las galerías.
Hay una escena de la película El ángel azul que forma parte del imaginario de la cultura moderna: Marlene Dietrich canta Ich bin von kopf bis fusa liebe eingestellt (Enamorada de pies a cabeza) en un cabaret del Berlín de la primera posguerra. La escena es el resultado de un truco visual, imaginado por ese mago de la imagen que fue el director austriaco Josef von Sternberg.
El sabía que la Dietrich estaba más pulposa de lo que los tolerantes cánones de la moda de entonces soportaban, e inventó un truco para que no se notara el sobrepeso. Para lograrlo puso detrás de la actriz a un grupo de bailarinas aún más fornidas que ella y logró que, en comparación, Marlene pareciera delgada.
Ese truco óptico funcionó porque el ojo suele ver el conjunto y evalúa por comparación. En esta nueva edición de arteBA, ese truco no es necesario: es muy difícil señalar algunos hitos, que el público no debería perderse al recorrer la feria, porque hay muchísimo talento y no poco genio en la selección que las galerías presentan este año.
ArteBA inaugura un espacio nuevo: se trata de Open Space, que está dedicado a las obras de gran formato. Allí está el Monoambiente , que produjo Benito Laren para galería Del Infinito: a través de 23 obras que homenajean a diversos artistas argentinos (la mayoría de la generación del 90), Laren hace su irónica relectura del arte contemporáneo argentino, no exenta de ternura. También en el Open Space se puede ver Tapume , de Henrique Oliveira (galería Baró Cruz), una obra que une la sensualidad del material con una rigurosa concepción de la especialidad. Otra rima espacial entre sentimiento y orden es la que se puede ver en el kiosco abstracto que Daniel Joglar produjo para la galería Dabbah-Torrejón. Dos imperdibles más en esta zona: la obra lumínica y espiritual -requiere que el espectador se tome un minuto en su contemplación- de Karina Peisajovich (galería Braga Menéndez) y la tensión, abstracta y metafórica a la vez, de la obra Línea continua del venezolano Milton Becerra (para la galería caraqueña Durban Segnini).
Cerca de allí, en la galería ArteMúltiple abundan las exquisiteces: una escritura de Mirta Dermisache, de comienzos de los 60 (también hay obra de Dermisache en galería Del Borde); una planimetría que León Ferrari hizo en su estancia en Brasil durante los 70; un excepcional Fortunato Lacámera, melancólico y sutil, y tres dibujos de Eduardo Stupía, de los 70, que pertenecieron a la colección de Marcos Curi. Pasillo de por medio, en el stand de Teresa Anchorena se destacan las obras de Milo Locket: boom de la edicón 2006. Estudio GC presenta obra histórica y actual de los principales artistas abstractos y cinéticos de los 50 y 60: hay varias obras de Marta Boto (una artista bien representada en esta feria, ya que también hay importante obra suya en Palatina), algunos trabajos exquisitos de Eduardo Mac Entyre, de Gregorio Vardanega, Hugo de Marco, Enio Iommi, León Ferrari y acrílicos de Rogelio Polesello.
Distante y melancólica, a la vez, es la obra de Luis Tomasello que colgó la Fundación Federico Klem en su stand. Cerca de allí, el stand del Malba presenta una vidriera con los diseños que mostró en la tienda del MoMA y al lado cuelga sus muy buenas adquisiciones de arte argentino contemporáneo: hay dos obras espléndidas de Fernanda Laguna, una instalación de Alfredo Prior, un poético video de Manuel Esnoz, dibujos de Eduardo Navarro y una inquietante foto de Leo Estol.
En Ruth Benzacar se destacan dos fotografías de gran formato de Alberto Goldenstein, que pertenecen a sus series más actuales. También hay una importante obra histórica de Alejandro Puente, reservada por el MoMA. En Sara García Uriburu hay hermosos cuadros de Fermín Eguía. Pequeñas, tiernas y poéticas obras de Max Cachimba en Braga Menéndez. Obra de Beto de Volder, abstracciones de Leandro Comba y sutiles recortes de Andrés Paredes, todos en Palatina. En Del Borde hay que ver la obra de Elba Bairon, una artista que está produciendo una de las obras más intensas y sensuales. En Elsi del Río hay obra nueva de José Luis Anzizar y trabajos de Sofía Donovan.
Este año, los homenajeados de arteBA, en el espacio auspiciado por el Banco Galicia, son cuatro artistas pop que hicieron su debut en los 60: Dalila Puzzovio, Delia Cancela, Edgardo Giménez y Juan Carlos Stoppani. En Lila Mitre hay obra importante de varios de ellos. Otro pop, pero muy post 90, con toques sensuales, es el que propone Marina de Caro en su intervención a la sala de prensa que patrocina la Fundación Proa. Y hay más, mucho más: las espléndidas selecciones de las galerías extranjeras (en especial, las brasileñas) y el barrio joven, repleto de apuestas originales. Y los seleccionados para el premio Petrobras.
En esta edición de arteBA es casi imposible recurrir al truco de Von Sternberg: no hay coristas gordas en el fondo de la escena que permitan resaltar las virtudes de Marlene. Abundan los brillos espléndidos; el talento abruma. Cientos de artistas presentan lo mejor de su producción. Ese desborde debería vivirse como lo que es: una invitación a la alegría.
Por Daniel Molina
Para LA NACION
Domingo 20 de Mayo de 2007
Hay una escena de la película El ángel azul que forma parte del imaginario de la cultura moderna: Marlene Dietrich canta Ich bin von kopf bis fusa liebe eingestellt (Enamorada de pies a cabeza) en un cabaret del Berlín de la primera posguerra. La escena es el resultado de un truco visual, imaginado por ese mago de la imagen que fue el director austriaco Josef von Sternberg.
El sabía que la Dietrich estaba más pulposa de lo que los tolerantes cánones de la moda de entonces soportaban, e inventó un truco para que no se notara el sobrepeso. Para lograrlo puso detrás de la actriz a un grupo de bailarinas aún más fornidas que ella y logró que, en comparación, Marlene pareciera delgada.
Ese truco óptico funcionó porque el ojo suele ver el conjunto y evalúa por comparación. En esta nueva edición de arteBA, ese truco no es necesario: es muy difícil señalar algunos hitos, que el público no debería perderse al recorrer la feria, porque hay muchísimo talento y no poco genio en la selección que las galerías presentan este año.
ArteBA inaugura un espacio nuevo: se trata de Open Space, que está dedicado a las obras de gran formato. Allí está el Monoambiente , que produjo Benito Laren para galería Del Infinito: a través de 23 obras que homenajean a diversos artistas argentinos (la mayoría de la generación del 90), Laren hace su irónica relectura del arte contemporáneo argentino, no exenta de ternura. También en el Open Space se puede ver Tapume , de Henrique Oliveira (galería Baró Cruz), una obra que une la sensualidad del material con una rigurosa concepción de la especialidad. Otra rima espacial entre sentimiento y orden es la que se puede ver en el kiosco abstracto que Daniel Joglar produjo para la galería Dabbah-Torrejón. Dos imperdibles más en esta zona: la obra lumínica y espiritual -requiere que el espectador se tome un minuto en su contemplación- de Karina Peisajovich (galería Braga Menéndez) y la tensión, abstracta y metafórica a la vez, de la obra Línea continua del venezolano Milton Becerra (para la galería caraqueña Durban Segnini).
Cerca de allí, en la galería ArteMúltiple abundan las exquisiteces: una escritura de Mirta Dermisache, de comienzos de los 60 (también hay obra de Dermisache en galería Del Borde); una planimetría que León Ferrari hizo en su estancia en Brasil durante los 70; un excepcional Fortunato Lacámera, melancólico y sutil, y tres dibujos de Eduardo Stupía, de los 70, que pertenecieron a la colección de Marcos Curi. Pasillo de por medio, en el stand de Teresa Anchorena se destacan las obras de Milo Locket: boom de la edicón 2006. Estudio GC presenta obra histórica y actual de los principales artistas abstractos y cinéticos de los 50 y 60: hay varias obras de Marta Boto (una artista bien representada en esta feria, ya que también hay importante obra suya en Palatina), algunos trabajos exquisitos de Eduardo Mac Entyre, de Gregorio Vardanega, Hugo de Marco, Enio Iommi, León Ferrari y acrílicos de Rogelio Polesello.
Distante y melancólica, a la vez, es la obra de Luis Tomasello que colgó la Fundación Federico Klem en su stand. Cerca de allí, el stand del Malba presenta una vidriera con los diseños que mostró en la tienda del MoMA y al lado cuelga sus muy buenas adquisiciones de arte argentino contemporáneo: hay dos obras espléndidas de Fernanda Laguna, una instalación de Alfredo Prior, un poético video de Manuel Esnoz, dibujos de Eduardo Navarro y una inquietante foto de Leo Estol.
En Ruth Benzacar se destacan dos fotografías de gran formato de Alberto Goldenstein, que pertenecen a sus series más actuales. También hay una importante obra histórica de Alejandro Puente, reservada por el MoMA. En Sara García Uriburu hay hermosos cuadros de Fermín Eguía. Pequeñas, tiernas y poéticas obras de Max Cachimba en Braga Menéndez. Obra de Beto de Volder, abstracciones de Leandro Comba y sutiles recortes de Andrés Paredes, todos en Palatina. En Del Borde hay que ver la obra de Elba Bairon, una artista que está produciendo una de las obras más intensas y sensuales. En Elsi del Río hay obra nueva de José Luis Anzizar y trabajos de Sofía Donovan.
Este año, los homenajeados de arteBA, en el espacio auspiciado por el Banco Galicia, son cuatro artistas pop que hicieron su debut en los 60: Dalila Puzzovio, Delia Cancela, Edgardo Giménez y Juan Carlos Stoppani. En Lila Mitre hay obra importante de varios de ellos. Otro pop, pero muy post 90, con toques sensuales, es el que propone Marina de Caro en su intervención a la sala de prensa que patrocina la Fundación Proa. Y hay más, mucho más: las espléndidas selecciones de las galerías extranjeras (en especial, las brasileñas) y el barrio joven, repleto de apuestas originales. Y los seleccionados para el premio Petrobras.
En esta edición de arteBA es casi imposible recurrir al truco de Von Sternberg: no hay coristas gordas en el fondo de la escena que permitan resaltar las virtudes de Marlene. Abundan los brillos espléndidos; el talento abruma. Cientos de artistas presentan lo mejor de su producción. Ese desborde debería vivirse como lo que es: una invitación a la alegría.
Por Daniel Molina
Para LA NACION
Domingo 20 de Mayo de 2007
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