No creas todo lo que ves. Por Agustina Tanoira
A lo largo de su historia, la fotografía ha sido un campo de experimentación de grandes artistas. Hoy, consolidada en ferias y bienales, las imágenes intervenidas invitan a ampliar, aún más, la mirada Fueron la sensación de ArteBA.
Si la fotografía, al permitir capturar experiencias instantáneas, constituye un hito en la historia de la imagen –con la paradoja de que estos momentos inmortalizados pudieran copiarse infinitas veces–, las fotos intervenidas vuelven a abrir el juego. Porque aunque ellas no son una novedad en sí mismas, representan la mejor expresión de la actualidad y una tendencia en alza. Por eso invaden los museos de arte, son buscadas por coleccionistas, apreciadas por el público, discutidas por críticos y estudiadas en cursos de historia del arte. ArteBA, por ejemplo, fue un buen muestrario de esta disciplina. Para Fernando Entin, director de la galería Elsi del Río - Arte Contemporáneo, “la tendencia es ‘no creas todo lo que ves’. Es que el concepto se apropió de la fotografía, y desplazó a la emoción o a la expresión. De esta manera el espectador va a sentir lo que el fotógrafo le propone”. Y Solana Molina Viamonte, directora de la galería Ruth Benzacar, también confirma esta moda: “la fotografía intervenida es un medio lleno de posibilidades”.
Fotografiar = experimentar
Intervenir una foto consiste en modificar el negativo o la copia inicial, lo que hace que el resultado final difiera de la toma original. Los recursos de intervención son muchos y cada día aparecen nuevos, por supuesto. Están quienes trabajan sobre la copia, pintándola o rayándola, y quienes intervienen directamente el negativo con tintas, cera de vela o quemándolos. “Son fotografías que se manipulan luego de haber obtenido la toma, en laboratorio o por medio de softwares –explica Entin–. También pueden ser intervenidas manualmente con ácidos –como hace la artista Carola Rousso, sobre una base de Polaroid–, o en formatos más tradicionales, como el collage. Hay una nueva tendencia que consiste en armar la toma escenográficamente –como Marcos López, por ejemplo–, y luego continuar el trabajo saturando los colores, eliminando o agregando situaciones”, agrega. Por su parte, la curadora Alina Tortosa comenta: “Las imágenes se pueden intervenir modificándolas a mano, en cuyo caso son copias únicas, o en la computadora, esto permite imprimir un número infinito de copias”. El arte de la fotografía no es nuevo, y las expresiones artísticas en torno a ella se han manifestado desde sus comienzos. “Las fotos intervenidas –aunque no digitalmente– existen hace mucho tiempo –relata Molina Viamonte–. Por ejemplo, en los años 30 los rayogramas de Man Ray, y en los 40, los montajes de Grete Stern. El primero es un caso de intervención durante el proceso de revelado, y el segundo de intervención sobre el papel”. Efectivamente, los surrealistas se destacaron por experimentar, y la fotografía se prestó al dedillo para abrir nuevos caminos narrativos.
Un poco de historia
En 1918, Man Ray trabajaba con aerógrafos sobre papel fotográfico. En los años 20 exploraba con imágenes sacadas sin cámara –la rayografía–, una técnica que nació accidentalmente cuando un papel expuesto se le veló parcialmente. Así, Man Ray obtenía imágenes abstractas con objetos expuestos sobre un papel sensible a la luz y luego revelado; luego fueron las solarizaciones, negativos expuestos al sol, y, más tarde, hubo quienes pintaron negativos o duplicaron y triplicaron la exposición.
Como parte de esa misma experimentación, surgió el fotomontaje y el fotocollage, la yuxtaposición de objetos utilizados por artistas como Dalí y Paul Eluard. También el húngaro László Moholy-Nagy, profesor de la Bauhaus y un verdadero innovador, que encarnó el espíritu utópico de las vanguardias de los años 20 y 30, desarrolló los fotogramas que definía como una escritura y un dibujo de la luz.Muchos años más tarde, en la Bienal de Venecia de 1978, el artista visual austríaco Arnulf Rainer sorprendería con sus enérgicos trazos negros sobre imágenes de retratos. Y ya, para entonces, comenzaban a circular los coleccionistas de fotos por ferias y exposiciones. ActualSegún un estudio del Art Market Insight, de la publicación Artprice, de enero de 1996 a septiembre de 2006, el índice de precios de obras de fotógrafos nacidos después de 1945 se elevó en un 262%, mientras el de las esculturas y pinturas de artistas de la misma época lo hizo en 156% y 158%, respectivamente. Entin opina que el hecho que haya aumentado el número de artistas que se vuelcan a esta técnica tiene que ver con que hay un mercado. “Por otro lado, la mirada actual de los curadores parece que se está instalando fuertemente en la foto –basta con observar las bienales y las ferias–, y los artistas quieren pertenecer al mundo globalizado. La idea de ‘no pintura’ continúa fuertemente instalada todavía”, agrega.
De cientos a millones
Las fotografías, por lo general, están firmadas en la parte de atrás, donde también, como con los grabados, aparece la tirada que se hizo. La cantidad de copias, obviamente, incide en el precio. Pero hay más. “El rango de los precios depende del prestigio del autor, del tamaño de la foto, de la manera que haya sido tomada y de la edición”, aclara la curadora Alina Tortosa. Y Entin agrega: “Depende del artista, trayectoria, país, feria, cantidad de copias, si vive o no, el tema, entorno socio-económico, premios ganados, colecciones en las que está presente el artista, etc.” Para Molina Viamonte: “Los precios no están ligados al soporte o técnica de la obra. En relación con los artistas argentinos, como Flavia Da Rin, Marcos López y Ernesto Ballesteros, los precios oscilan entre los 2.000 y los 15.000 U$S. En relación con artistas de diferentes nacionalidades, los precios pueden llegar a ser mucho más altos”. Tal es el caso del artista alemán Andreas Gursky, de 51 años, cuya foto –99 Cent II, Diptych– de góndolas repletas de mercaderías en un supermercado, tratada digitalmente, fue subastada en Sothebys de Londres, el último mes de febrero, por una suma equivalente a los U$S 3.329.053. Así se consagró como “la foto más cara de la historia”, ya que superó holgadamente los U$S 2,9 millones que se habían pagado por The Pond Moonlight, obra de Edward Steichen, tomada en 1904, en Long Island. La fotografía llegó a las grandes ligas y, en la actualidad, no pasa desapercibida en exposiciones bienales ni ferias. ¿Cómo valorarla? “Como cualquier obra de arte –responde Tortosa–. Prestando atención. Me molesta la idea de que hay que entender todo, porque lleva a la gente a decir que no le gusta el arte contemporáneo porque no lo entiende. Prefiero el verbo apreciar”. Y para ello ofrece un punto de partida: “Sugiero, en primera instancia, dejarse llevar por lo que uno ve. Si a uno le interesa, lo puede pensar y analizar; y si no, lo olvidará y pasará a otra cosa”. Según Entin, “cada persona tiene una mirada diferente; entonces ¿por qué condicionarla? ¿Mi recomendación? Observar con la mayor libertad posible”.
Agustina Tanoira
Revista Nueva
Domingo 24 de Junio de 2007
Si la fotografía, al permitir capturar experiencias instantáneas, constituye un hito en la historia de la imagen –con la paradoja de que estos momentos inmortalizados pudieran copiarse infinitas veces–, las fotos intervenidas vuelven a abrir el juego. Porque aunque ellas no son una novedad en sí mismas, representan la mejor expresión de la actualidad y una tendencia en alza. Por eso invaden los museos de arte, son buscadas por coleccionistas, apreciadas por el público, discutidas por críticos y estudiadas en cursos de historia del arte. ArteBA, por ejemplo, fue un buen muestrario de esta disciplina. Para Fernando Entin, director de la galería Elsi del Río - Arte Contemporáneo, “la tendencia es ‘no creas todo lo que ves’. Es que el concepto se apropió de la fotografía, y desplazó a la emoción o a la expresión. De esta manera el espectador va a sentir lo que el fotógrafo le propone”. Y Solana Molina Viamonte, directora de la galería Ruth Benzacar, también confirma esta moda: “la fotografía intervenida es un medio lleno de posibilidades”.
Fotografiar = experimentar
Intervenir una foto consiste en modificar el negativo o la copia inicial, lo que hace que el resultado final difiera de la toma original. Los recursos de intervención son muchos y cada día aparecen nuevos, por supuesto. Están quienes trabajan sobre la copia, pintándola o rayándola, y quienes intervienen directamente el negativo con tintas, cera de vela o quemándolos. “Son fotografías que se manipulan luego de haber obtenido la toma, en laboratorio o por medio de softwares –explica Entin–. También pueden ser intervenidas manualmente con ácidos –como hace la artista Carola Rousso, sobre una base de Polaroid–, o en formatos más tradicionales, como el collage. Hay una nueva tendencia que consiste en armar la toma escenográficamente –como Marcos López, por ejemplo–, y luego continuar el trabajo saturando los colores, eliminando o agregando situaciones”, agrega. Por su parte, la curadora Alina Tortosa comenta: “Las imágenes se pueden intervenir modificándolas a mano, en cuyo caso son copias únicas, o en la computadora, esto permite imprimir un número infinito de copias”. El arte de la fotografía no es nuevo, y las expresiones artísticas en torno a ella se han manifestado desde sus comienzos. “Las fotos intervenidas –aunque no digitalmente– existen hace mucho tiempo –relata Molina Viamonte–. Por ejemplo, en los años 30 los rayogramas de Man Ray, y en los 40, los montajes de Grete Stern. El primero es un caso de intervención durante el proceso de revelado, y el segundo de intervención sobre el papel”. Efectivamente, los surrealistas se destacaron por experimentar, y la fotografía se prestó al dedillo para abrir nuevos caminos narrativos.
Un poco de historia
En 1918, Man Ray trabajaba con aerógrafos sobre papel fotográfico. En los años 20 exploraba con imágenes sacadas sin cámara –la rayografía–, una técnica que nació accidentalmente cuando un papel expuesto se le veló parcialmente. Así, Man Ray obtenía imágenes abstractas con objetos expuestos sobre un papel sensible a la luz y luego revelado; luego fueron las solarizaciones, negativos expuestos al sol, y, más tarde, hubo quienes pintaron negativos o duplicaron y triplicaron la exposición.
Como parte de esa misma experimentación, surgió el fotomontaje y el fotocollage, la yuxtaposición de objetos utilizados por artistas como Dalí y Paul Eluard. También el húngaro László Moholy-Nagy, profesor de la Bauhaus y un verdadero innovador, que encarnó el espíritu utópico de las vanguardias de los años 20 y 30, desarrolló los fotogramas que definía como una escritura y un dibujo de la luz.Muchos años más tarde, en la Bienal de Venecia de 1978, el artista visual austríaco Arnulf Rainer sorprendería con sus enérgicos trazos negros sobre imágenes de retratos. Y ya, para entonces, comenzaban a circular los coleccionistas de fotos por ferias y exposiciones. ActualSegún un estudio del Art Market Insight, de la publicación Artprice, de enero de 1996 a septiembre de 2006, el índice de precios de obras de fotógrafos nacidos después de 1945 se elevó en un 262%, mientras el de las esculturas y pinturas de artistas de la misma época lo hizo en 156% y 158%, respectivamente. Entin opina que el hecho que haya aumentado el número de artistas que se vuelcan a esta técnica tiene que ver con que hay un mercado. “Por otro lado, la mirada actual de los curadores parece que se está instalando fuertemente en la foto –basta con observar las bienales y las ferias–, y los artistas quieren pertenecer al mundo globalizado. La idea de ‘no pintura’ continúa fuertemente instalada todavía”, agrega.
De cientos a millones
Las fotografías, por lo general, están firmadas en la parte de atrás, donde también, como con los grabados, aparece la tirada que se hizo. La cantidad de copias, obviamente, incide en el precio. Pero hay más. “El rango de los precios depende del prestigio del autor, del tamaño de la foto, de la manera que haya sido tomada y de la edición”, aclara la curadora Alina Tortosa. Y Entin agrega: “Depende del artista, trayectoria, país, feria, cantidad de copias, si vive o no, el tema, entorno socio-económico, premios ganados, colecciones en las que está presente el artista, etc.” Para Molina Viamonte: “Los precios no están ligados al soporte o técnica de la obra. En relación con los artistas argentinos, como Flavia Da Rin, Marcos López y Ernesto Ballesteros, los precios oscilan entre los 2.000 y los 15.000 U$S. En relación con artistas de diferentes nacionalidades, los precios pueden llegar a ser mucho más altos”. Tal es el caso del artista alemán Andreas Gursky, de 51 años, cuya foto –99 Cent II, Diptych– de góndolas repletas de mercaderías en un supermercado, tratada digitalmente, fue subastada en Sothebys de Londres, el último mes de febrero, por una suma equivalente a los U$S 3.329.053. Así se consagró como “la foto más cara de la historia”, ya que superó holgadamente los U$S 2,9 millones que se habían pagado por The Pond Moonlight, obra de Edward Steichen, tomada en 1904, en Long Island. La fotografía llegó a las grandes ligas y, en la actualidad, no pasa desapercibida en exposiciones bienales ni ferias. ¿Cómo valorarla? “Como cualquier obra de arte –responde Tortosa–. Prestando atención. Me molesta la idea de que hay que entender todo, porque lleva a la gente a decir que no le gusta el arte contemporáneo porque no lo entiende. Prefiero el verbo apreciar”. Y para ello ofrece un punto de partida: “Sugiero, en primera instancia, dejarse llevar por lo que uno ve. Si a uno le interesa, lo puede pensar y analizar; y si no, lo olvidará y pasará a otra cosa”. Según Entin, “cada persona tiene una mirada diferente; entonces ¿por qué condicionarla? ¿Mi recomendación? Observar con la mayor libertad posible”.
Agustina Tanoira
Revista Nueva
Domingo 24 de Junio de 2007
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