Sueños... refugio de tantas, destino de tan pocas... Por Fernando Entin
Los escenarios que arma Patricia Di Pietro - construcciones simples, casi escenográficas - son un refugio para acuñar sueños. Su ojo fotográfico y pop crea ambientes de fuerte contrapunto dramático, adonde prevalecen el carmín pasión frente al celeste Almodovariano, en un duelo de colores de fuerte corte “mujer-hombre”, duelo “sola-con alguien”, duelo “deber-placer”, duelo “placer-naftalina”.
Dejo de los gloriosos ´60, de telenovela pueblerina, de fantasía inflada en peluquería, un Wincofón marca la época y musicaliza el terreno. Sus imágenes vintage, retro, enarbolan la bandera del amor tal cual el mandato materno lo impone: casada. Con el hombre a su lado. ¿A su lado? Solo los espejos podrán responder esa y otras tantas preguntas, siempre intimas.
Las figuras, recortadas sobre escenarios poco felices, siempre opresivos e iluminados por una lámpara impiadosa, fueron despojadas de la emoción de la pincelada, dejando emerger la emoción del personaje, buscando la aprobación del espectador y su complicidad. Tal como en el bolero, que necesita de tres para crear la magia del romanticismo: dos enamorados y un observador, la pintura de Di Pietro se nutre de la mirada del otro para darle sentido al amor.
Sueños. Que llegue él y que juntos, de blanco, de la mano, bajo violines y flores y sonrisas y envidias y mucho tumulto, lleguemos ahí. De blanco. ¡Juntos! De tul blanco, de percal blanco, de sábanas blancas. ¡Juntos! Al final ¡Juntos! A la cama. ¡Juntos! Y será la dicha...
Fernando Entin
Junio de 2007
Dejo de los gloriosos ´60, de telenovela pueblerina, de fantasía inflada en peluquería, un Wincofón marca la época y musicaliza el terreno. Sus imágenes vintage, retro, enarbolan la bandera del amor tal cual el mandato materno lo impone: casada. Con el hombre a su lado. ¿A su lado? Solo los espejos podrán responder esa y otras tantas preguntas, siempre intimas.
Las figuras, recortadas sobre escenarios poco felices, siempre opresivos e iluminados por una lámpara impiadosa, fueron despojadas de la emoción de la pincelada, dejando emerger la emoción del personaje, buscando la aprobación del espectador y su complicidad. Tal como en el bolero, que necesita de tres para crear la magia del romanticismo: dos enamorados y un observador, la pintura de Di Pietro se nutre de la mirada del otro para darle sentido al amor.
Sueños. Que llegue él y que juntos, de blanco, de la mano, bajo violines y flores y sonrisas y envidias y mucho tumulto, lleguemos ahí. De blanco. ¡Juntos! De tul blanco, de percal blanco, de sábanas blancas. ¡Juntos! Al final ¡Juntos! A la cama. ¡Juntos! Y será la dicha...
Fernando Entin
Junio de 2007
<< Home